11/04/2018: La Raya: ¡Gracias a la lluvia!

Queridos niños,

"Si sigue lloviendo creo que voy", me había dicho EAF.

Fuimos solo siete, número siempre mágico, resultó un placer. Porque cuando somos pocos, al menos en este caso, la conversación es única. Eduardo el Lindo llegó el primero, gracias a la lluvia. 




Después llegó Alberto el Aviador, en seguida Pizutti el Memorioso, muy pronto Freddy se sumó, y también José Luis. Cuando llegó el Benjamín el Eduardo le dijo, "me robaste el partido de golf en el Jockey", pero sin rabia ni nada, era sólo un saludo, de un handicap 19 a un handicap 18. Y cuando llegó el Almirante Diego, ¡aleluya!, completamos la magia de ser siete.

Sabíamos del problema de Ovidio, las dos vértebras lumbares quebradas, levantando no sé qué cosa tan pesada. Me duele a mí de solo escribirlo. Mejorate, te extrañamos! El Mudo dijo que quizás, que tenía oncólogo, pero no pudo. Ojalá estés bien para el siguiente La Raya. El Chus, tan extrañado, dijo que está muy bien, otro aleluya, pero que nos verá en alguna próxima. Antonio el Joven anunció su faltazo. El Estiba Malbec lo buscaba en la mesa y lloraba al no encontrarlo. Juanca prometió presencia y nos falló. Creo que trabaja demasiado. Atilio Corbata, dijo que no podía, de él no tengo dudas: trabaja demasiado. Joe Tanoira y el Mono, atentos, avisaron que no vendrían. El Monseñor debe estar tan ocupado que ni tiempo tiene de contestar un sí o un no. Esperamos su Mea Culpa, que hasta Francisco lo está desparramando, no sé si convenciendo. El Funcionario avisó que los miércoles son días de reunión almuerzo en Correos para él. Lo que me recuerda que cambiamos de lunes/martes a miércoles para que nos acompañara el César. Los miércoles de Octavio se estrenaron el 19 de abril del 2017, última vez que Caraballo nos acompañó en La Raya. Yo probaría de volver a los lunes pero dejo el tema en manos del Ovidio. No sea que estrenemos los lunes del Funcionario y después Luis nos informe que son días de reunión almuerzo en algún nuevo puesto que ligue en el gobierno. 

¿Sabés algo de Beto?, preguntó alguien. No, ni idea.
¿Qué es de la vida del Pote? Imposible saberlo. Es un desaparecido que a veces reaparece. Esta vez me olvidé de avisarle a su Cisne.

Del Solísimo ya nadie pregunta. Hace rato que nos dio el portazo. Bueno, lo digo como si lo supiera. Pero no entiendo porqué pasó de animador infatigable y cibernético a ser más mudo que cuando el Mudo era mudo.

Bueno, vamos al relato de un almuerzo bien único. Todo empezó cuando Diego dijo que por fin se había enterado de las cosas que había hecho el Duque de Windsor, Eduardo, el que abdicó al trono inglés luego de haberse casado con la Simpson, divorciada dos veces, ¡escándalo! Que ahora entendía lo que había pasado gracias a la serie Crown, de Netflix. Contó momentos que lo mostraban casi casi, o sin el casi, como un espía que daba información secreta a los nazis. Entonces Ricardo arrancó, mejor cabe decir saltó, contando en infinito detalle todo lo que en realidad había ocurrido. Que las historias que los americanos escriben están llenas de disparates. Que lo que contaba esa serie no era verdad, que él había leído esto y aquello y nos relató en detalle cómo era Eduardo, cómo fue el plan alemán, que nadie hubiera esperado que entraran por las Ardenas. Y en algún momento empezó a contarnos, con un detalle que superaba cualquier asombro, toda la batalla del Río de la Plata, entre el súper crucero alemán Graf Spee y los cruceros livianos ingleses Ajax y Achilles y algún barco más. Lo escuchábamos como si viéramos una película, porque describía los movimientos de los barcos, los disparos que hacían, los perforantes y las granadas, dónde impactaban los disparos, el espesor de las corazas de cada barco, las decisiones erradas del capitán. Las empanadas ya habían llegado y todos habíamos dado cuenta de ellas. Excepto Ricardo, que no paraba, nos daba su conferencia, fascinante. 

No sé en qué momento el Memorioso dio por terminada la conferencia, el capitán del barco alemán enterrado en Buenos Aires y los treinta y pico tripulantes del Graf Spee en un cementerio de Montevideo. Como sea, la pausa dio lugar a la pregunta del Almirante a EAF, "¿Cómo estás, Eduardo, qué es de tu vida?".

La respuesta fue el comienzo de otra novela absolutamente inesperada. Que empezó por la revelación de una colonoscopía relativamente reciente, el año pasado, primera de su vida. Que siguió con la revelación de la operación de hemorroides hecha en otro siglo, cuando era joven y jugaba al polo. Nunca sufrió más en su vida que por esa operación. Así que de colonoscopía anterior a la del 2017, ni qué hablar. Pero por suerte se hizo esta. Aparecieron pólipos, que le extirparon. Apareció una fístula. Ricardo, que en épocas colegiales fue operado más de una vez por sus fístulas, dio una explicación tipo Enciclopedia Británica del término. Eduardo, con el pánico bien justificado a que volvieran a romperle esas partes, finalmente se avino a operarse. Convencido por un cirujano que era amigo, que era además el mejor en ese metier. Aunque ya sabemos que el cirujano que opera a cualquier persona de cualquier cosa es indefectiblemente el mejor en la especialidad. Esta vez parece que resultó serlo, porque adiós fístula y ni siquiera el más mínimo dolor.

José Luis el diabético nos contó del día que salió del Jockey con exceso de insulina y estómago vacío. No sabe bien qué pasó, pero estuvo recorriendo la Panamericana ida y vuelta hasta Pilar como tres horas, absolutamente perdido, mareado, sin entender nada. No se mató ni mató a nadie por casualidad. Aterrados, todos nos comprometimos a no hablar más de enfermedades.

Pero creo que fue entonces que el Benjamín le pidió a Eduardo el Lindo que contara el cuento del "avión en la rama".

Y entonces vino el cuento más emocionante de todos, por varios cuerpos. El avión, un Cesna 182, una maravilla -algo ratificado por nuestro Aviador, que también piloteaba el suyo-, lo compró allá por 1971. Y el cuento que paso a relatar, aunque no es lo mismo que haberlo escuchado de él, ocurrió en 1978. Eduardo iba con su mujer y su hijo Federico aproximándose al aeropuerto de siempre, o lo que fuera donde aterrizó, porque después de escucharlo creo que no merece llamarse aeropuerto esa cosa. La pista en cuestión está entre hileras de árboles. Hay que bajar justo pasando la primera hilera, calculando el viento. Bajar justo de modo de poder frenar antes de la segunda hilera, de eucaliptos. Había hecho ese aterrizaje muchas veces pero esta vez se dio cuenta que entraba muy pasado, debía levantar el avión a tiempo. Pero cuando llegó a los eucaliptos todavía no lo había logrado. No sé si alguno sabe que los eucaliptos tienen sus ramas apuntando hacia arriba. El Cesna fue frenado bruscamente por el eucalipto que, como si fuera un tobogán hacia arriba, lo despidió hacia el cielo. Luego de eso el avión hizo una parábola, ya el piloto no podía controlarlo, y se dirigió en picada hacia la siguiente hilera de árboles, que era de casuarinas. No sé si alguno sabe que las casuarinas tienen sus ramas apuntando hacia abajo. El avión en picada llegó hasta incrustarse en una de las casuarinas, cuyas ramas lo terminaron de frenar en un recorrido de tobogán que terminó sin tocar el suelo, con la hélice a medio metro del piso. 

Fue la última vez que Eduardo piloteó un avión. "El lugar estaba lleno de ángeles de la guarda", comentó alguien.

Día sensacional, con dos películas de colección, una relatada por el Memorioso. La otra, todavía más emocionante y espectacular, contada por Eduardo el Sobreviviente.  

No sé cuándo será el próximo almuerzo. No se lo pierdan. Este último valió la pena.

Gracias a la lluvia.

Un abrazo a todos!!

Hernán

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