31/03/2017: Instituto Fleming: Los ángeles del Mudo

El Instituto Fleming es una maravilla incrustada en una zona de Buenos Aires no muy presentable. Avenida Cramer y Zabala, rezaba la dirección. Puse en mi celular algo llamado Waze y con sabiduría que hasta a mí me asombra, fue eligiendo caminos inesperados y libres de tránsito hasta que en un momento, apenas a dos minutos de mi destino, la orden fue entrar en una calle empedrada, bien estrecha, con autos estacionados a la derecha, con ancho restante apenas superior a mi Honda Accord. No sé cuál es el misterio por el cual esa vía precaria y hasta tortuosa merece llamarse avenida.

Hasta que de pronto apareció en una esquina, imponente, el Instituto Alexander Fleming, dedicado a Oncología. Pregunté por el estacionamiento. "Está unos pocos metros pasando el instituto", me dijo un hombre uniformado.

Minutos después entré al cuarto 422. El Mudo estaba con Ángeles. Un tubito conectado a él lo alimentaba.

La sonrisa era la de siempre. 

-Hola Mudo, ¿te duele algo?
-Al paciente hay que darle calmantes para que nunca le duela nada.


Sé que tuvo momentos de dolor bien fuertes, pero habían quedado en el recuerdo. Y de muchos calmantes había pasado a apenas lo suficiente para tener dolor cero.

Rodolfo tiene seis hijos, todo un número. Pero hay una hija muy especial para él, la frase es mía. Cuando habla de ella, Magdalena, la médica, me doy cuenta que fue y es factótum de decisiones que por suerte tomó a tiempo.

Así que está en buenas manos, las de Ángeles y las de otro ángel que es su hija la doctora.

El esófago lo tenía a mal traer, se le cerraba a cada rato. Y las úlceras, allí donde empieza el estómago, lo volvían loco. Hasta que un día, por suerte, el esófago se le cerró del todo. Primero la endoscopía, después la limpieza, después las placas. No sólo había úlceras, había tumor. "Al Fleming", dijo la hija, "que te opere el mejor".

El Mudo, que es cirujano, que se especializa en abdomen, no tuvo dudas. Se operó con Huertas.

La suerte era que el cáncer afectaba la parte inferior del esófago y la superior del estómago. Se saca todo el tejido canceroso, úlceras incluidas, y se hace un tubo con el mismo estómago, bien lo sabe Rodolfo. Así que pronto, el hombre que se alimentaba con sorbos y purecitos y que iba perdiendo el hambre, volverá a los placeres del apetito, de las comidas, de la saciedad. 

-¿Quién fue el que te puso Mudo? -le preguntó Ángeles, cuando ya me despedía.
-No sé, alguien en el colegio.

Entonces ella contó lo que había sucedido en el campeonato de truco aquél, en Mar del Sur, él tenía 18, ella 15. Rodolfo jugaba muy bien con su compañero, se conocían muchísimo. "No necesitaba hablar una palabra para jugar", dijo. "Excepto cantar tus puntos en el envido", acoté.

-Cuando estaba jugando la final -siguió Ángeles-, había un chico que lo miraba muy intrigado . Hasta que no aguantó más y me preguntó: "Dígame, señora, ¿el señor es mudo?".

Lo dan de alta el martes que viene, si Dios quiere. Y está que se muere por volver a comer en el futuro, como cualquier ser terrenal común y corriente.

Suerte y abrazos para todos.

Hernán



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