Gracias Waze |
Para mí, cuando el Gallego Luis Ramón sugirió ir a un lugar llamado la Flor de Barracas, ubicado en una calle ignota llamada Suárez (2095) la idea me pareció como una Excursión a los Indios Ranqueles. "Yo invito a todos con todo", me dijo Luis, entusiasmado. "Estás loco, me niego", le contesté, que me disculpen los demás niños, pero no está en nuestras tradiciones garronear estos festejos. "Entonces invito al vino", contestó el hombre de Correos. Y así cerramos.
Algunos de los Champa, acobardados por aventuras en barrios con destino incierto, estoy seguro que retacearon su respuesta. Yo le pregunté a mi Waze y me dijo: "¡Muy fácil! Vas por la 9 de Julio hasta que se convierte en autopista y a las pocas cuadras doblás por Suárez, tres cuadras a la derecha y estás. Quince minutos desde tu casa".
Confirmé que el despistado no era yo |
Llamé al lugar de destino, "¿Dónde estaciono?". "No, en esta zona no hay estacionamientos", me contestó el nativo, casi digo el aborigen del lugar, "pero ni se preocupe, señor, puede estacionar acá a la vuelta, en la calle Arcamendia".
A la hora señalada para la partida desde mi cochera, con Adolfo y Diego ya presentes en mi noble Honda Accord, lo llamé al Aviador ausente: "Alberto, te estamos esperando". "¿Esperando? ¿Para qué?", dijo con voz de ultratumba, más que despistado. Por lo visto se había olvidado totalmente. Los años pasan. Por las dudas, como mis años también pasan, consulté mi whatsapp. Confirmé que el despistado no era yo.
El lugar, mirado de afuera, no impresiona demasiado |
Llegamos en quince minutos, ayudados por el Waze, más Diego, que se había aprendido el mapa de memoria y repetía casi al pie de la letra las indicaciones que daba el bicho. Por fin llegamos. El lugar, mirado de afuera, no impresiona demasiado. Las maravillas empiezan cuando uno entra, pero eso viene luego.
La famosa calle Arcamendia, empedrada como testigo de viejos siglos, lucía atractiva y turísitica pero sin un maldito lugar de estacionamiento a la vista, con autos estacionados de ambos lados, uno pegado al otro. Pero una cuadra más adelante lo logramos.
Entramos al lugar, bien pintoresco, y preguntamos por el salón reservado, el Villoldo |
La moza, Lorena, espléndida CLIC EN CUALQUIER FOTO PARA AMPLIARLA |
Era evidente que nos esperaban como la comitiva VIP del día, del mes, del año, o del siglo.
La moza, Lorena, espléndida, nos explicaba los ceremoniales previstos.
"De entrada tienen tortilla de papas y la empanada de carne", decía mientras nos servía el vino, soberbio, un Celador de Santaolalla. "Después pueden elegir entre la bondiola con papas fritas, o con batatas, o los ñoquis rellenos de acelga o los rellenos de jamón y queso".
Yo ni siquiera sabía de la existencia de ñoquis rellenos.
No hay nada más espectacular y rendidor que hacer turismo en ciudad propia.
La tortilla de papa, exquisita, fue un anticipo de todo lo que vendría, cada cosa mejor.
Después de la empanada de carne yo elegí la bondiola con batatas, muy buena. Pero de pronto me tenté. Beto, que había pedido los ñoquis rellenos de jamón y queso, dijo "Mejor no, ya comí mucho". Así que a mitad de mi plato, me los acerqué y los probé. La cara de placer que creo que me vio cuando empecé a dar cuenta de ellos fue decisiva. "¿Me podés pasar esos ñoquis?", dijo Beto.
Yo seguí dando cuenta de mi bondiola, mirando cada tanto el plato perdido de ñoquis rellenos. A Beto le volvió el hambre de sólo probarlos. ¡No quedó ninguno!
Sólo por ese plato no veo la hora de volver a ese lugar maravilloso.
Ñoquis rellenos de jamón y queso. No veo la hora de volver a este lugar maravilloso. |
De pronto apareció una señora a saludar. "Soy la cocinera", anunció. No me acuerdo si la aplaudimos, debimos hacerlo.
También apareció un veterano de pelo blanco, incluso más viejo que nosotros, supongo el dueño, a rendir honores y preguntarnos si todo estaba bien. Estuvo diez!!!
Como postre elegí el flan con crema, a la altura de todas las demás exquisiteces.
Freddy me ayudó con algunas fotos |
Asseff Caiat no dejó de aparecer. Resolvimos que estuvo en el A y también en el B. Parece que en el A lo aguantamos muy poco tiempo, como un año. Beto contó que una vez, unos cuantos años después, quizás este siglo, intentó reclutarlo, "Nos vendría bien un Amadeo en el partido", le dijo. Pero Beto se negó, para su suerte.
Le preguntamos a Luis por el futuro y quedamos igual de preocupados que antes de hacerle la pregunta.
Hablamos de golf, de tenis, de los ausentes. De Antonio Delfino ya se nos borra la cara. Antonio Young: cómo te extrañamos! Y a los demás también, no se pierdan la próxima.
Un placer haber tenido los primos Casabal entre nosotros. Me contó Adolfo que tiene ya 27 nietos de sus ocho hijos. "¿Estás en el Opus Dei?", pregunté, pero no, parece que son de mucha prole por tradición.
En fin, hablamos de mil cosas más, de todo y de nada, pero la comida fue lo que me quedó para el recuerdo.
Van más fotos:
La pasamos fenómeno, Luis, muchas gracias por la iniciativa, y por el vino. Es para repetir.
No veo la hora de volver a ese lugar maravilloso!
Gracias Luis! Y gracias Lorena y todos los del lugar!
La foto final la sacó el dueño al grupo VIP |
Hernán
PD: Más fotos: